¿Habrá segunda temporada de Chespirito? El protagonista de la serie de HBO Pablo Cruz deja pistas claras - ENTREVISTA

Pablo Cruz Guerrero lo tiene claro: interpretar a Roberto Gómez Bolaños le cambió la vida. Lo dice con gratitud, con humildad, y con una mirada que, sin querer, parece imitar aquella ternura melancólica del hombre que dio vida a El Chavo del 8, El Chapulín Colorado y una galería de personajes que definieron la infancia de millones de latinoamericanos. Desde Ciudad de México, el actor mexicano conversa con ENSTARZ sobre el fenómeno que ha generado Sin querer queriendo, la serie de Max que lo lanzó al centro de la conversación cultural.
Y sí, también habla de una posible segunda temporada.
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"Lo primero que vi fue su mirada", recuerda Cruz. "Sus ojos tenían ternura, pero también un grado de tristeza que hablaba de cómo él veía el mundo. Y su sonrisa infantil... eran sus ganas de cambiarlo". Esa fue su puerta de entrada a un personaje complejo: un ícono de la comedia que, como todos los genios, también vivía atrapado entre sus luces y sus sombras.
La serie Sin querer queriendo, creada por Perla Martínez y dirigida por Mario Monroy, ha mostrado a un Chespirito más humano que mítico. No solo el creativo brillante, sino el hombre con conflictos personales, fragilidades afectivas y decisiones controversiales. "Sabíamos que iba a revivir el chisme", dice Pablo, riendo, en relación a la historia de cómo comenzó la relación entre Chespirito y su actual viuda Florinda Meza, y el fin de su matrimonio con Graciela Fernández, la madre de sus seis hijos.
"Estábamos preparadísimos. No solo por la importancia cultural, sino por todo lo que se dijo en su momento. Iba a regresar. Y regresó", agregó, muy consciente de la viralidad de los detalles de la vida romántica de los actores que interpretaron a los integrantes de la vecindad de El Chavo.
¿Y la segunda temporada?
Aunque la plataforma Max no ha hecho un anuncio oficial, las palabras de Cruz sugieren que el proyecto ya tiene luz verde. Cuando se le pregunta si podrá quedarse con el "Chipote Chillón" como recuerdo de rodaje, él bromea: "Pues no sabemos todavía... pero sí sabemos". Su sonrisa dice más que cualquier comunicado de prensa.

En Estados Unidos, la serie sigue en el top 10 de Max desde su estreno, y ha generado conversación tanto entre los nostálgicos como entre las nuevas generaciones que descubren por primera vez a Chespirito. "Sé que este personaje marca un antes y un después para mí", admite Cruz. "Ya me cambió la vida".
El peso emocional de ser Chespirito
Para Cruz, uno de los mayores desafíos fue encarnar al creador mientras él mismo actuaba como sus personajes. "Es un actor actuando a un actor que actúa. Y en medio de eso hay una carga emocional tremenda", explica. Las escenas más difíciles, dice, no fueron las cómicas ni las de recreación televisiva, sino las íntimas. "Las que muestran su conflicto entre las dos familias,la biológica y la artística. Justificar su tiempo, su amor, su ausencia. Ahí fue donde más minucia emocional hubo".
Aunque Pablo Cruz no es bajo de estatura, logró transmitir la vulnerabilidad corporal de Roberto. ¿Cómo? "Bajé de peso, dejé de hacer ejercicio, quise que el cuerpo fuera más etéreo", explica. "Ese hombre delgadito, casi flotando entre sus ideas, con su ropa suelta... eso era Roberto".
Claro que el sacrificio físico tuvo sus excepciones. "Me robé unos pantalones del set", confiesa entre risas. "Me gustaron mucho, los usé y me los chuleaban. Luego le escribí al equipo de vestuario: 'si no los encuentran, ya están en mi casa'".
El verdadero legado: empatía y juego
Más allá de la fama, Cruz dice que interpretar a Chespirito le enseñó algo profundo: "La genialidad es intrascendente si no viene acompañada de empatía". Para él, el mayor valor de Gómez Bolaños no era solo su rigor como escritor y director, sino su capacidad de hacer reír sin burlarse, de jugar sin dañar.
"Jugaba, se vestía de maneras divertidas, nos hacía reír. Pero también era muy riguroso. Eso me hizo pensar en cuántos grandes directores hay hoy que hacen obras brillantes... pero maltratan a su equipo. Y me pregunté: ¿qué hubiera pasado si ese equipo hubiera estado motivado, cuidado, feliz? Tal vez el resultado sería aún más poderoso", reflexiona.
Chespirito, el pasivo-agresivo entrañable
Para quienes crecimos viendo a El Chavo del 8, resulta casi herejía decirlo, pero Cruz lo sugiere con cariño: "El Chavo era tierno, sí. Pero sabía incomodar, provocar. Hacía goles sin que lo vieras venir". Esa dualidad, dice, es lo que lo hizo tan real. "No era solo inocente. También era pícaro. Y eso conectaba".
Después de Sin querer queriendo, Pablo Cruz quiere dirigir. Su experiencia previa como productor de La nave, película que tardó una década en concretarse, lo animó. Pero fue Chespirito quien le encendió la llama definitiva. "Me inspiró a buscar más, a explorar. Me enseñó que se puede ser exigente sin dejar de jugar. Y ese equilibrio... es lo que quiero lograr como director".
Mientras tanto, sigue esperando ese Chipote Chillón.