La Venezuela que vive en el corazón de Elena Rose y que entrega en su primer álbum 'Bendito Verano'

MIAMI - El nombre de Elena Rose aparece en los créditos de composición en decenas de éxitos de la música latina. Pocos han sido propios hasta ahora, pues la artista venezolana ha lanzado este fin de semana su primer álbum de estudio, al que ha dado un título que evoca tanta luz como la que ella proyecta: Bendito Verano. "Es un disco hecho para que cada quien lo reciba y lo interprete como más le sirva", me dijo emocionada.
Con un balcón italiano como fondo y un paisaje que parecía no tener fin, Elena Rose habló con la voz entrecortada y la mirada suave de quien ha aprendido a sanar con la música. Los 12 temas del disco se expanden por 32 minutos y ofrecen una experiencia poderosa. Para la diáspora venezolana, a la que ella pertenece, es un regalo excepcional que duele y sana al mismo tiempo. Fue concebido en el sur de Italia, lo que inspiró los elementos visuales del álbum.
El tema que acompaña al lanzamiento Luna de Miel es una colaboración con Rawayana. LA DE DIOS comienza con "palomita blanca, copetico azul", una canción infantil popular en las familias venezolanas. "Esa canción empieza con la voz de mi mamá y mi abuela. Es la canción que me cantaban antes de dormir", explica y se va a aquellos tiempos en los que era solo Andrea Elena Mangiamarchi, la que soñaba con lo que vive ahora.
Bendito verano marca un punto de inflexión en la carrera de la artista venezolana. No es solo una colección de melodías, sino un viaje íntimo hacia la memoria, la pérdida y la luz. "Apenas ellas terminan de cantar, yo empiezo sin música, como si siguiera una conversación entre generaciones. Representa el linaje de mujeres de mi familia. Yo soy gracias a mi madre, y mi madre es gracias a mi abuela", dijo con emoción contenida.
Su voz tiembla ligeramente cuando menciona a Zeuz, su perro y gran compañero de vida, fallecido poco antes de que grabara los videos del disco. "Era mi motivo, mi hijo, mi todo. Su partida me enseñó que la vida dura un ratico, y que tengo que disfrutarla más, abrazarla más, ser feliz. Que sea verano todo el tiempo", expresó con ternura. Esa frase se convirtió en mantra, inspiración y título simbólico del álbum.
Pero la luz de Elena Rose no brilla sola. "Me siento afortunada de formar parte de un grupo de artistas venezolanos que se han vuelto mi familia", contó. En Miami y más allá, esa comunidad ha crecido como un tejido de amistad y complicidad creativa, con nombres que hoy representan a Venezuela en la música global. "Tantos de nosotros no podemos regresar, pero hacemos que Venezuela venga con nosotros al mundo", afirmó, orgullosa de su tierra y de su gente.
"Ellos son todos un motivo para mí, para también seguir y para y para sentirme orgullosa no solamente del lugar de donde vengo, sino de la forma que nosotros amamos. El venezolano, Nosotros realmente tenemos una magia que dentro de nosotros es capaz de hacer cosas muy, muy especiales, importantes realmente", subraya.
Además de Rawayana, el álbum también cuenta con el talento del productor venezolano Mazzari, quien está en ese grupo de amigos que incluye, entre otros, a Beto Montenegro, Danny Ocean y más.
La presencia puertorriqueña, un país donde esta artista pasó parte de su infancia, aparece de la mano de Justin Quiles en Cosita Rica y Eladio Carrión en Roulin. También dejaron su huella Spreadlof (Manuel Llorente) en Andrea's Interlude y el chileno Sistek, en SINTIGO.
Elena viste de blanco desde el año pasado . No por moda, sino por propósito. "El blanco es un lienzo. Quiero representar que mi música no se trata de mí, sino de lo que tú quieras que sea en tu vida. Solo quiero acompañarte", explicó. Sin embargo, entre risas, admite que a veces extraña vestirse de negro: "El negro también es un lienzo", bromea. Esa dualidad entre luz y sombra define su arte: vulnerable pero poderosa, espiritual y sensual, guerrera y soñadora.
Aquí puedes ver la entrevista completa y abajo puedes escuchar el álbum.