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MIAMI—Tras casi cuatro décadas viendo al Depredador acechar desde las sombras, Depredador: Tierras Salvajes cambia de enfoque. Esta vez, la criatura tras la máscara no es un asesino sin mente: él es la historia. Dirigida por Dan Trachtenberg, la película de 2025 profundiza en los orígenes de la especie Yautja, explorando qué sucede cuando el cazador más peligroso de la galaxia se convierte en un paria de su propia especie.

En el centro de este nuevo capítulo se encuentra Dimitrius Schuster-Koloamatangi , el actor samoano-tongano afincado en Nueva Zelanda, quien aporta una inusual vulnerabilidad a un personaje construido sobre la intimidación. En una entrevista en Miami, Dimitrius compartió que la fuerza del papel surgió mucho antes de que las cámaras grabaran su nombre.

"Schuster es mi nombre samoano y Koloamatangi es el nombre tongano de mi padre", dijo con orgullo. "Quiero que la gente sepa que soy samoano y tongano. Ambas culturas. Llevo a mi pueblo conmigo".

Ese orgullo por la identidad se convirtió en la base emocional de una película que fusiona el espectáculo puro con una narrativa profundamente personal.

El nuevo rostro tras la máscara

Predator: Badlands se desarrolla en el desolado planeta Genna, donde un joven Predator llamado Dek (Schuster-Koloamatangi) es exiliado tras fracasar en su rito de iniciación. Expulsado por su tribu, se ve obligado a sobrevivir en el salvaje ecosistema del planeta y demostrar que la fuerza reside en el interior, no en el estatus.

El viaje de Dek lo lleva a encontrarse con Thia, una mujer sintética herida, interpretada por Elle Fanning, que ha sido abandonada por sus creadores humanos. Juntos, se abren paso en un mundo lleno de criaturas hostiles, alianzas cambiantes y dilemas morales que difuminan la línea entre cazador y presa.

A diferencia de sus predecesores, Badlands le otorga al Depredador un arco emocional. "Siempre los hemos visto como depredadores alfa", explicó Dimitrius. "Llegan, luchan y se van. Nunca los hemos visto superar obstáculos ni dificultades. Pero esta vez, es un desvalido. Es vulnerable".

El director Trachtenberg describió la película como una inversión de la franquicia. "Esta vez, el Depredador es la presa", afirmó. Este concepto le permitió a Dimitrius explorar matices emocionales que incluso a él le sorprendieron.

"Tu nombre tiene poder", me explicó mientras me enseñaba a pronunciarlo y me contaba su decisión de unir los apellidos de sus padres con un guion. "Hay un linaje detrás. Deberías estar orgulloso de eso. Y creo que Dek siente lo mismo. Está intentando honrar sus raíces mientras descubre quién es".

Detrás de escena en Bethells Beach

El primer día de rodaje tuvo lugar en la playa de Bethells, en Nueva Zelanda, donde la secuencia inicial de la película muestra una confrontación azotada por el viento que marca la pauta para toda la historia.

"Hubo mucha preparación antes del rodaje", recordó Dimitrius. "Un mes de entrenamiento físico y de acrobacias, solo para encontrar su físico. Pero cuando me puse el traje, todo cambió. Restringe el movimiento, así que tienes que esforzarte más para encontrar cómo respira, cómo se mueve. Y ese primer día, de pie sobre una roca y sacando la espada, pensé: "¡Caramba, estoy interpretando a un Depredador! ¡Esto es increíble!"

Pero bajo esa armadura se escondía una nueva emoción. "Se puede crear todo con CGI, menos los ojos", dijo Dimitrius. "El alma está en los ojos".

El núcleo emocional del depredador

Dimitrius y Trachtenberg colaboraron estrechamente para asegurar que las expresiones de la criatura reflejaran tanto ferocidad como emoción. "Hablamos mucho sobre la emotividad y cómo quería que se percibiera al Depredador", dijo. "Es algo con lo que los humanos pueden identificarse: sentirse excluidos o marginados de una comunidad. Me basé en mis propias experiencias para plasmar esa emoción, pero sin perder su esencia primitiva".

Esos ojos, realzados apenas con efectos visuales, cuentan la historia de una criatura dividida entre el instinto y la empatía. Es una apuesta arriesgada para una franquicia basada en el silencio y la brutalidad, pero una que está dando sus frutos.

Expandiendo el Universo

Predator: Badlands redefine al personaje y expande el universo. Los fans reconocerán la influencia de la Corporación Weyland-Yutani, que conecta sutilmente la película con la saga Alien . La historia explora la cultura Yautja como nunca antes: sus rituales, clanes rivales y conflictos internos.

Elle Fanning ofrece una de sus interpretaciones más intensas hasta la fecha como Thia, cuya humanidad fragmentada refleja la de Dek. Los recién llegados Mike Homik y Reuben De Jong aportan una presencia escénica imponente como miembros del clan de Dek, mientras que Rohinal Narayan brilla como Bud, una criatura nativa que se convierte en el inesperado aliado del Depredador.

Los efectos prácticos y digitales de la película se combinan a la perfección, permitiendo al público ver cada movimiento, cada respiración y cada atisbo de emoción bajo la máscara.

Una franquicia renacida

Desde su debut en 1987, Depredador ha sido sinónimo de supervivencia, con iconos como Arnold Schwarzenegger, Danny Glover y, más recientemente, Amber Midthunder en Presa . Pero Tierras Malas marca un punto de inflexión. "Ahora mostramos que incluso los depredadores siguen sus propios caminos", dijo Dimitrius. "Siguen siendo feroces e imponentes, pero también libran batallas internas. Eso es lo que hace que esta película sea diferente".

De la aldea a la galaxia

Para Dimitrius Schuster-Koloamatangi, el papel es más que un hito en Hollywood. Es un puente entre mundos: el Pacífico y el Oeste, el humano y el alienígena, el mito y la identidad.

Cuando se le preguntó qué significaba para él llevar consigo sus dos culturas a una de las franquicias más importantes del cine, sonrió. "Lo es todo. Cada vez que estoy en el set, represento a mi gente. Quiero que vean que nosotros también podemos ser héroes, aunque llevemos una máscara".

Y con Predator: Badlands, esa máscara finalmente revela un rostro digno de recordar.